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NO HAY DOS IGUALES

Por la naturaleza de los materiales que lo componen, no hay dos taikos iguales. Su sonido varía constantemente.




Con cada golpe la piel va ganando elasticidad y se relaciona orgánicamente con su otra cara produciendo sonidos únicos en cada momento. Hasta que llega un punto en el que se va apagando. Es signo de cambio. Para que ese Taiko vuelva a mostrar su alto potencial de vibración y resonancia, esa piel ha de ser renovada.


Entonces, comienza un nuevo ciclo de vida, con nuevos sonidos, nuevas experiencias, nuevas posibilidades.⁠

Cada uno tenemos una frecuencia específica. Es nuestra frecuencia fundamental, con la que nacemos. Esa, nuestra frecuencia fundamental, puede verse envuelta en una serie de variaciones coherentes, perfectamente acomodadas, vibrantes, armónicas, que envuelven ese sonido en belleza pura.


Es nuestra naturaleza. Nos viene de serie. La tenemos todos. Y no hay dos iguales.⁠

Por eso, la competencia y la comparación no son sino distorsiones de la realidad. No existen, aunque la mente verdaderamente lo crea. Y la justificación es la resistencia de la mente a querer renovar su piel. La distorsión no permite discernir el detalle, convirtiendo esos pensamientos en un ruido que enmascara ese sonido puro, limpio, preciso, único, impidiéndonos apreciar esos matices armónicos de cada frecuencia específica, de cada uno.⁠

"La intensidad del ruido y la calidad del sonido

depende sólo de nuestro instrumento"



 
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